La Mizukage se apresuró a ver el barranco, sabía que no vería nada ni vería a aquel que se le había escapado, apretó los dientes, después de todo no podía creer que realmente se le hubiera escapado aquel tipejo… lo había tenido en sus manos.

-No te dejare hacer lo que te plazca – indicó mientras se ponía de pie y se balanceaba un poco por la herida en la pierna – como la cuarta Mizukage… no te voy a dejar acercarte a mi villa – desafió ya a su inexistente oponente, pero era irremediable, tenía razón, kirigakure no podía lidiar con aquel problema, no solo, y menos por lo que correspondía para el mundo…

Suspiró, era un tanto triste, tan grande shinobi corrompido por una pelea perdida y que ahora quisiera causar tanto caos, pero claro, todo se debía a quien muchos admiraban ahora, el que se había ganado renombre, y por su idiotez había dejado al mundo ahora un tanto frágil.

-Cuando peleaste por el titulo… tenias que haberlo matado Argento – Mencionó pensando en el actual líder y Hogake de konoha, su estupidez había costado muchas vidas a causa de aquel hombre que no se había visto en la capacidad de exterminar cuando había podido…, esperaba que no se pagara caro su obra de caridad al no matarlo.